The hotel had only gradually developed to the
plush respectability and safety it now enjoyed. Early during Prohibition it had
been bought by the liquor syndicate as a plant, where booze could be stored
with relative safety at a location pleasantly close to the speakeasies of
midtown. During those early years no one made much of an effort to front the
place as a normal hotel, but after the racket-busters began to crack down, and
the place was raided a few times, the syndicate realized the building could
only be useful if it did a good job of pretending to be what it was not. The
remaining liquor was pulled out, the hotel was paper-sold to a. legit front
man, and new employees were brought in who didn't know a thing about the
place's actual owners or purposes, and for six years the hotel was a sleeper,
bringing the syndicate nothing but a small legitimate profit.
In 1930, with the respectable front firmly
established, the Oakwood Arms became once more a plant, but this time the mob
used it more carefully and more quietly. With the end of Prohibition in 1933,
the hotel embarked on its new career as a location for business conferences, as
the liquor syndicates merged and disbanded and remerged again in a frantic
reshuffling of influence and interest, converting from suddenly legal liquor to
still profitably illegal items like gambling, unionizing, prostitution and
narcotics.
In the years since, the Oakwood Arms had slowly
developed its role in Outfit affairs. It was used more as a permanent or
temporary residence for Outfit executives than for any other reason, with
occasional conferences and parties as well. Since the Ap-alachin fiasco of
1957, more and more out-of-town elements of the Outfit had been using the hotel
as a safe meeting place. It was quiet, it was well run, and it was guaranteed
free from trouble with the law.
So it was with perfect nonchalance that Mal
Resnick sat in the living room of his third-floor suite in the hotel, in his
dressing gown from Japan, and waited for Pearl, the girl with only two bad
habits.
Mal was a beefy man, short and heavy-set, with
broad, soft, sloping shoulders and a wide paunch, short thick legs and arms,
and a heavy head set square on a thick neck. In the old days, his hands had
been large and rough, work coarsened, but now they were only pudgy, the flesh
packed thick around the finger bones, the skin soft and pink. He was a cab driver,
with a cab driver's body and a cab driver's movements, and nothing would ever
change that.
Around him were the symbols of his success, the
stereo hi-fi built into the wall, the well-stocked bar, the deep-piled carpet
and plush armchairs and sofas. His was a two-room suite, living room and
bedroom only, proclaiming him still on one of the lower rungs as an Outfit
executive. But the fact that he could live here at all proclaimed even louder
that he had power within the mob, that he had made it: he wasn't a goon or a
hanger-on, he was one of the Boys.
He looked at his watch and saw that it was
quarter after seven. That meant that Pearl was fifteen minutes late, and Mal
grinned again. Pearl was late, Pearl would be punished. She knew that, and she
would come anyway -- and whatever he decided the punishment should be, she
would go along with it.
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El hotel se había ganado poco a poco el prestigio
de lujosa respetabilidad y seguridad que ahora poseía. Al principio de la
Prohibición había sido comprado por el Sindicato de Licores que lo usó para
almacenar la bebida en un sitio cómodamente cercano a los garitos clandestinos
del Centro. Durante esos primeros años nadie se molestó en convertirlo en un
hotel normal, pero cuando los gánsteres empezaron a decaer y el lugar se
abandonó un corto periodo de tiempo, el Sindicato comprendió que el edificio
podría ser muy útil si se conseguía fingir que era lo que no era. El licor que
quedaba fue sacado de ahí, se fingió vender el hotel a un hombre de paja y se
trajeron nuevos empleados que nada sabían de los verdaderos dueños del hotel ni
de sus intenciones. Durante seis años mantuvieron el hotel durmiente, el
Sindicato solo sacó un pequeño pero legítimo beneficio.
En 1930, con una respetable firma
como tapadera, el “Oakwood Arms” volvió a ser una vez más una tapadera, pero en
esta ocasión, la mafia fue más cuidadosa y discreta. Con el fin de la
Prohibición, en 1933, el hotel emprendió su nueva carrera como lugar de
reuniones de negocios, en compañía de un sindicato del licor unido, luego
disuelto y de nuevo reunido, en un periodo de frenética reorganización de sus
intereses e influencias, pasando de ese alcohol súbitamente legalizado hacia
otros negocios provechosos y aún ilegales como el juego, los sindicatos, la
prostitución o las drogas.
Desde aquellos años, el “Oakwood
Arms” había desarrollado lentamente su papel en los asuntos de la Organización.
Lo habían usado más como residencia, permanente o temporal, de ejecutivos de la
Organización que para otras funciones, como reuniones ocasionales o
fiestas. Desde el Fiasco de Apalachin* de 1957, más y más hombres de la
Organización de fuera de la ciudad habían usado el hotel como un lugar seguro
de reunión. Era tranquilo, bien comunicado, y tenía garantizado que estaba libre de problemas con la Ley.
Por eso Mal Resnick estaba
sentado con total despreocupación en la sala de estar de su suite en el tercer
piso, vestido con su bata japonesa y a la espera de Pearl, la chica que solo
tenía dos malos hábitos.
Mal era robusto, bajo y
musculoso, de espaldas anchas pero blandas y caídas, con gran barriga, miembros
cortos y gruesos y una pesada cabeza encajada sobre un grueso cuello. En los
viejos tiempos sus manos eran grandes y ásperas, encallecidas por el trabajo,
pero ahora solo eran regordetas, la gruesa carne que envolvía los huesos de los
dedos, cubierta de piel suave y rosada. Había
sido taxista y el cuerpo de taxista y los movimientos de taxista era algo que
ya no podía cambiar.
A su alrededor tenía los símbolos
de su éxito, el aparato estéreo de alta fidelidad empotrado en la pared, el
bien abastecido bar, la alfombra mullida y lujosos butacones y sofás. Estaba en
una suite de dos habitaciones: sala de estar y dormitorio que proclamaba que solo
había alcanzado uno de los peldaños más bajos como ejecutivo de la Organización.
Sin embargo, el hecho de que pudiera
vivir allí mostraba ostensiblemente su
influencia en el grupo mafioso y lo que había conseguido: no era ni un
tonto ni un don nadie, era “uno de los Muchachos”.
Miró su reloj: eran las siete y
cuarto. Pearl ya se retrasaba quince minutos y Mal sonrió de nuevo: Pearl
llegaba tarde y debería ser castigada. Ella ya lo sabía pero vendría de todos
modos...cualquiera que fuera el castigo elegido, ella estaría de acuerdo con
él.
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*La reunión de Apalachin fue una cumbre histórica de la mafia americana celebrada el 14 de noviembre de 1957, en la casa del mafioso Joseph Barbara, alias "Joe the Barber", en Apalachin, Nueva York. La reunión contó con la presencia de aproximadamente 100 mafiosos de los Estados Unidos, Canadá e Italia. La presencia de numerosos coches de lujo con matrículas de todo el país despertó el interés de la policía local y estatal, que asaltaron la reunión, provocando la huida de los mafiosos a los bosques que rodeaban la finca de Barbara.
Más de 60 jefes del hampa fueron detenidos y acusados. El resultado directo y más importante de la reunión de Apalachin fue que ayudó a confirmar la existencia de la mafia americana, que algunos, entre ellos el director de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), J. Edgar Hoover, se habían negado siempre a reconocer.
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